terça-feira, 10 de fevereiro de 2009

Y ahora qué

Para perderte tan bien hizo falta una botella de mosto,
un pedestal de madera y un crucifijo de metal.
Volví a fumar, cuando te perdí,
volví a meter la cabeza en remojo
y a buscarme las cosquillas
en páginas de poesía que suena a aullido de actor porno.

Para no hacerte mito te había construido una catedral,
fíjate, qué cosas, para no verte inmaculada,
para no sentirme profanándote todos los días.

Para tenerte cerca, te cubrí de soles como flores de abril,
resplandeciente, cegadora, caliente como el primer día,
aquel primer día de figuras suaves sobre mi más bestial incontinencia.

Para perderte tan bien, he tenido que asfixiarme,
he tenido que aprender a boquear como pez en arena,
he puesto deudas de sueño a tu nombre
y sólo te he dejado tocarme con guantes de seda.

Para ponerme del revés, fui otra persona esta semana,
olvidé tu nombre y los desperfectos y te di la razón,
que para qué tanto daño, tantos años, para qué tanta indefensión.

No me escribas cartas, no me llores un río.
Deja que yo me ahogue, deja que yo pida auxilio.
Podrás disfrutar del placer, entonces,
devolverme la jugada, sonreír, que ya casi se te olvidaba,
saberte limpia por fin, desatada, liberada,
desmantelarme la mirada cuando no digas nada,
cuando simplemente me lleves a perder
y yo pregunte y ahora qué, y ahora qué.

Sem comentários: